Una notabilidad lánguida, perenne e inalterable no merece la misma consideración que un momento aislado, rodeado de errores o defectos, pero excelente, entusiasta, apasionado y, en definitiva, emocionante.
Y esto, es un problema, porque, encima, como estoy rodeado de montañas, el eco me trae una infinidad de cantilenas con variadas notas acústicas como si escuchara una orquesta desafinada.