Los corsos perdían brillo, se poblaban de chatas, carros y carritos de lechero, adornados con flores artificiales, farolitos chinescos y tiras de papel barrilete de distintos colores.
Para ello se aprovecha la luz natural durante el día o la artificial por la noche, provocando un efecto de sombras chinescas potenciado por la abundante presencia de vegetación.