Cuando exigimos relaciones monógamas por siempre y para siempre, estamos mandando a la cresta las estadísticas y cegándonos ante nuestra naturaleza polígama.
El cristiano que había sido polígamo está gravemente obligado en justicia a cumplir los deberes contraídos respecto a sus antiguas mujeres y sus hijos.
Nuestro dimorfismo es intermedio entre el de otros simios contemporáneos, somos menos dimórficos que el gorila (que es polígamo) pero más que el chimpancé que es promiscuo.