Al principio se resistía a las horas canónicas con su rutina bobalicona de maitines, laudes, vísperas y otros oficios de iglesia que ocupaban la mayor parte del tiempo.
Después descansábamos y estudiábamos hasta las tres, en que rezábamos vísperas, completas, maitines y laudes, teníamos otra conferencia hasta las cinco, en que íbamos a comer.