De ahí los tejados de ligera pendiente, las pequeñas proporciones, las apacibles siluetas, las chimeneas macizas, los saledizos protectores, las terrazas bajas y los muros adelantados, que limitan pequeños jardines.
La casa era un magnífico edificio de ladrillos rojos oscurecidos por el tiempo, de tradicional estilo isabelino, con balcones saledizos sumamente emplomados.