Vivo una vida sencilla, como es la del pobre pión: madrugón tras madrugón, con lluvia, escarcha o pampero, a veces, me duelen fiero, los hígados y el riñón.
Los primeros pamperos con cuerpo gélido comenzaban a soplar y era allí donde sí veíamos correr un telón virtual, físico, concreto y cruel que nos separaba de nuestros sueños polinésicos.