Lastres atávicos revivieron en el alma del mestizo; desde cuando el patagón, montado en pelo y con arco y flecha en una mano, atravesaba las tolderías para raptar doncellas.
Horas antes se había realizado una multitudinaria marcha por las calles de la ciudad que culminó una vez más en la plaza de armas con diversos discursos y música patagona.