Los sonidos no son expresivos por sí mismos; sólo cuando acontece que se ajustan al significado es cuando sus potencialidades onomatopéyicas cobran realidad.
Además, las palabras están expuestas a toda clase de accidentes fonéticos - asimilación, disimilación y similares - que pueden anular también sus efectos onomatopéyicos.
Como progresivamente van añadiendo diversos sonidos onomatopéyicos, gruñidos y gritos, hasta se podría decir que se trata de un concierto, un experimento de voces.
La mayoría de las palabras pertenecientes a este campo semántico tienen un origen onomatopéyico, lo cual parece plenamente justificado por tener referentes sonoros.