Desafortunadamente, se tiende a avalar y elogiar el carácter duro, fuerte, competitivo y de liderazgo del agresor, mientras que se siente lástima por el niño matoneado.
El problema es que un niño matoneado generalmente piensa que la culpa es suya: como no juega fútbol y los demás sí, cree que tienen razón en montarse la.