Así, la categoría de conducta antisocial, excepto quizá en ciertos casos de estafadores, malversadores, timadores y otros delincuentes profesionales, suele ser una denominación provisional.
Su contenido, absurdo y, sobre todo, el fin buscado por lo que contenía la misma, algo sintomático de tener un origen torticero y malversador de ideas.
La persecución a los diplomáticos de carrera ha dado ese fruto: embajadores ociosos, ignaros, promotores de la pestilencia en sus oficinas y malversadores de fondos públicos.
El segundo convierte a los administradores desleales de las empresas en malversadores, cambio jurídico que sí puede sentar ciertas bases, aunque tímidas, para una mejor práctica empresarial.