Para algunos es la parte intelectual del país, para otros no deja de ser un extenso ego que sólo permite ser escuchado, desde la ira e iracundia que mantiene.
Estos últimos se iniciaban con su iracundia, que constituía al mismo tiempo para los humanos la virtud, como que era precisamente la que les hacía ser temibles.
Las mejores cabezas pensantes de la humanidad han sido personas de mucha paz, de gran tolerancia y de muy poca o casi nada presencia de hostilidad, iracundia y encolerizamiento.