Según algunos historiadores los terremotos de 1648, 1651 y 1663 levantaron en algunas partes el lecho del río y lo convirtieron innavegables para barcos de tal calado.
Se dice que un buque es innavegable cuando no reúne las condiciones mínimas de equipamiento y seguridad que garanticen el feliz término de una navegación.
En las nacientes de este último río, fangosas e innavegables, hubo de llevar el barco sobre improvisadas ruedas, a la tortuosa velocidad de diez kilómetros en dos meses.