Los postulados filosoficos y teologicos no son gigantes ni molinos, no son de ámbito fenoménico, y tratar los como fenómenos es un error de principiantes.
Al mirar con más atención, la complejidad es, efectivamente, el tejido de eventos, acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares que constituyen nuestro mundo fenoménico.
Ahora bien, al hallarse los accidentes en la sustancia, ésta será lo permanente frente a lo variable; lo inteligible y numénico, frente e lo aparencial y fenoménico.