También porque no estaba el secretario de estado y faltaba el camarlengo, que luego fue inmediatamente elegido por los cardenales durante la sede vacante.
Incluso esto permitió que ayudásemos a una paloma mensajera, que suponemos le faltaba poco para llegar a destino, pero era en verano y la pobre se desmalló en nuestra casa.
En nuestras aldeas gallegas tampoco faltaba la tradicional huerta pagada a cada casa, y la cultura del autoabastecimiento estaba profundamente arraigada.