Por tanto, que nuestra ideología, sea como sea que nos la hayamos agenciado, esté cargada emocionalmente, es inevitable, y tampoco podemos decir que sea malo.
El problema es que están tejidos a base de dolor, lo que es poco mediático porque nos blindamos emocionalmente ante el sufrimiento, el inevitable y el autoinfligido.
Las imágenes horrendas, conmovedoras e indignantes, de más de un centenar de niños asfixiados a muerte, constituye mediática y emocionalmente el casus belli norteamericano.