Machado no pudo ser ajeno a la impronta simbolista, manifiesta, además, como una de las claves estéticas que se entretejían en el eclecticismo modernista.
Admiro su eclecticismo filosófico, la libertad de quien repudia los rigorismos, abierto como está a intereses plurales e incluso opuestos: eso sí, preferemente literarios.