El irresistible poder de la tecnología apareció aquí, ya sea como un dominio de la insipidez por sobre el espíritu, o bien como quizás ingeniosa pero desalmada mecánica.
En primer lugar, porque lo que ha prevalecido desde siempre, y desde luego también en la contemporaneidad, es la incultura de la guerra, atropelladora y desalmada hasta el paroxismo.