Las vanguardias dadaísta y surrealista a principios del siglo pasado, ya postulaban el rechazo a la originalidad, y proponían la escritura impersonal, o colectiva.
Los dadaístas, en cambio, querían encarnar el antiarte, pero todavía estaban atados al yugo de la institución artística, precisamente porque la desafiaban.