En el habitáculo encontramos cinco plazas, un salpicadero sobrio, con un cuadro de mandos con un velocímetro analógico y un minúsculo cuentavueltas digital integrado dentro del mismo.
Aunque por su curva de potencia casi plana y lineal, no es necesario estirar marchas, ni jugar con el cambio para trabajar en la zona óptima del cuentavueltas.
Es como si en un carro pusiéramos la cuarta velocidad en lugar de la quinta en la autopista porque corre más, pero con el cuentavueltas en la zona roja.
A partir de ahí, el motor va adoptando diferentes personalidades a medida que subimos por la escalera del cuentavueltas, que podríamos dividir en tres tramos diferenciados.