Todo había sido una terrible conjuración que contó con la necesaria complicidad de quienes dirigen ese antro carcelario, que desembocó en la mayor violencia que puede sufrir una mujer.
Me sé conjuración de olvidos; obligada a sumergirme en el viento para pescar los nombres de latitudes inhóspitas que invariablemente vuelven a perderse entre palabras corrientes.