Páginas de oscuro horror y sádico refinamiento en las torturas se escribieron por decenas de años buscando la abjuración o exterminio de los cristianos.
En estos dos casos debía pronunciar la fórmula de abjuración de rodillas en el coro de la iglesia, y luego hacer penitencia según los ritos habituales.
Tornaba la solemne promesa hecha a su madre en una abjuración incondicional, y por vez primera se enfrentaba con esa hiena de los sentidos que es el fingimiento.