No la de desnudarnos, aceptarnos, reconocernos, sino la fealdad de una sordidez estratégica: presentar cualquier forma de marginalidad sin desgarro, sin búsqueda, jugar con seres-aberrados, sin savia.
En efecto, la fundamentación religiosa del colonialismo implicó proclamar una desigualdad radical entre los seres humanos; es decir, una afirmación anti-cristiana.