Aquellas fábricas dejaron de ser a mediados de los años noventa cuando el menemismo rubicundo arrasó con las plantas de pintura, químicas, petroquímicas, de jabones, porcelanas, textiles y frigoríficas.
Un grupo de estudiantes recién ingresados, muy jóvenes, rubicundos e imberbes, seguía con excitación, casi abyectamente, al director, pisándole los talones.