Sus pies - garras a ratos, pezuñas por momentos - resbalaban sobre las lajas, se hundían en los líquenes o se asentaban como extremidades de plantígrado en las planadas del senderillo...
Las tierras que nos dejan son las laderas, las pendientes, los aguaceros poco a poco las lavan y las arrastran a las planadas que ya no son de nosotros.