Regularmente las personas que administran grandes cuotas de poder o que adolecen de egos superdimensionados gozan al ser sometidas a las prácticas más excrementicias y humillantes.
De esos hombres excrementicios hemos de estar lejos aunque se laven doce veces al día; las jabonaduras de la piel no bastan si el corazón exhala pensamientos pestíferos.