Lo acompaña un familiar quien refiere que hace varios meses se encuentra asténico, con mal estado general, somnoliento, deprimido y que no deseaba asistir al facultativo.
El joven, quien estaba acostumbrado a los más delicados manjares, ahora deseaba comer las algarrobas insípidas y amargas destinadas a los cerdos que apacentaba.
Si descubriesen que estaba ayudando a los enemigos de su pueblo, seguramente perdería la vida, pero no tuvo miedo y recibió el libramiento que deseaba.