Yo danzador, tú murmurador; yo condenado a la horca en mi patria, tú desterrado de la tuya por maldiciente: mira qué bien podremos esperar que nos mejore.
Las palomas quedaron como estatuas mirando desde la barandilla de la alcaldía como unos danzadores se movían a lo lejos y un tumulto observaba y aplaudía.