El gibón pertenece a los antropoides y por su afinidad con el hombre constituye un símbolo sumamente apropiado para expresar esa parte de la psique que desciende hasta lo infrahumano.
Asegurar, sin embargo, que no es un ente, sino solamente un llamado principio entitativo, constituye una evidente contradicción y un invento metafísico para explicar lo que es inexplicable.
Ahora bien, este proceso que constituye la delincuencia-objeto forma cuerpo con la operación política que disocia los ilegalismos y aísla su delincuencia.
Y constituye una vergueza grotesca, que sólo algunos chiflados, como el autor entre otros, sean de los pocos que llevamos años majadereando monotemáticamente sobre esta escandalosa verdad.