No sería, pues, procedente plantear políticas desde una óptica únicamente psicologicista y asistencial como tampoco desde una administrativista o exclusivamente coercitiva.
Tal invocación a la autoridad coercitiva no es más que un ensalzamiento mitificado del buen gobernante que solo existe en la imaginación de quien lo propugna.
Ningún psicólogo puede utilizar el contiendo de las sesiones de sus pacientes para su beneficio personal, como herramienta coercitiva, o para fines ilícitos.