Apegarse a un paradigma económico fallido es también una decisión política, que transfiere los costos de la especulación financiera a los pobres, a los trabajadores y a la clase media.
Apegarse a ellos en tiempos de turbulencia y cambio es una rémora, nos deja desencajados e incluso pasmados ante la acelerada dinámica de cambios del entorno.