Contribuye a robustecer esta fama de sabiduría su voz grave y campanuda, la entonación dogmática y sentenciosa de sus discursos y la estudiada circunspección y seriedad de todos sus actos.
Followill ha reconocido que se toma unos lingotazos antes de salir al escenario, y alguna vez ha sugerido que debería recibir inyecciones de esteroides para mejorar su voz.