Si el extremo de uno de los párpados se tuerce hacia dentro (entropión), las pestañas rozan el ojo, lo que puede derivar en una ulceración y cicatrización de la córnea.
Si el extremo de un párpado se tuerce hacia fuera (ectropión), ambos párpados son incapaces de cerrar correctamente y las lágrimas no se esparcen por el globo ocular.