Más allá de eso no hay diferencias: hay vacas, perros, y caballos que corren y que a su vez son corridos por los perros que ladran y les lanzan tarascones.
Tarascones que no lo son, aullidos agudos de un dolor asustadizo, maraña de patas y dientes lanzados a la conquista de un poder que de tan bestial pareciese humano.