Luego, volviéndose a sus servidores, ordenóles que apresaran a los fautores de aquel nuevo frenesí dondequiera los hallasen, y les cargaran de cadenas.
Afortunadamente, este espolio terminó con los servidores de la compañía cerrados después de unos cuantos año de relativa impunidad gracias a la proverbial lentitud de la justicia.