La modernidad nos amenaza a la vuelta de cada esquina, con su brutal estupidez, su mezquina frivolidad, su estomagante gregarismo, y según parece, lo putrefacto de su alma.
Sin embargo, su último boom nos ha regalado a los aficionados algunas joyitas por las que merece la pena ser bombardeados con este comercialismo putrefacto (en todos los sentidos posibles).
Hay que regenerar urgentemente el putrefacto sistema sanitario a nivel mundial pero para eso debemos empezar haciéndolo nosotros en nuestra propia casa.