Pero al mismo tiempo y como por encanto, a medida que el fuego se propagaba, vi aparecer una letras negruzcas, que por momentos iban convirtiéndose en pavesa.
Semejantes al caer de pavesas en los grandes incendios sin peso y sin equilibrio, entre gritos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor.
En tres pavesas y media, quedó la casa reducida a un montón de horas, no pudiendo el afligido arroz salvar ni un solo grano del tendero de ultramarinos.