Además, tan cerca de la frontera sur, constituiría la primerísima trinchera política y legislativa contra arrebatos, maromas o cualquier clase de bravatas de algún vecino ensoberbecido.
Serenamente, sabiamente, humildemente debe aceptar acabarse: soltar las adherencias, que como gruesas maromas lo amarraban a la orilla y... dejarse llevar mar adentro.