Fué, es y será dentro de la historia del cine, un hombre cien, una presencia marmórea, incisiva y deseada de todos los héroes que han dormitado en nuestro cerebro.
Deshacerse de un pasado que aún es presente doloroso me suena a pose de melodrama, fútil y volátil, desde lo alto de la escalera de una mansión marmórea.
El romanticismo fue un movimiento revolucionario y salvaje que sacó de la quietud marmórea, del estatismo idealista, a los neoclásicos y a los kantianos.