Cuando todo gime bajo una coyunda aterradora, todo perece: entonces es cuando los jefes, destruyendo los pueblos a su antojo, ubí solitudinem faciunt, pacem apellant.
Aristóteles lo demuestra con razones primarias y secundarias; pero de cien mil hombres que ejercen autoridad, jefes o mandadores, hay 99,999 malos y uno bueno.