Muy corralones, espectacularmente corralones, pero escuchimizados, escurriditos, zancudos y tan estrechitos, tan estrechitos, que cabrían entere los barrotes de una talanquera.
Luego, algo aperezado como buen dormilón que soy, salí al balcón de la casa y muchos pájaros de todos los colores estaban espectacularmente alborotados.