En ocasiones tenía que defenderse de las instrucciones turbulentas de las que llamaba queridas pequeñas enemigas y que desordenaban alegremente sus libros, sus papeles.
Diez mil coraceros y dragones emprenden la terrible carrera de la muerte, destruyen cuadros, arrollan a los artilleros y penetran en las primeras filas enemigas.
Nació este funesto error de un deseo exagerado de poner conciliación y paz entre doctrinas que forzosamente y por su propia esencia son inconciliables enemigas.