Y la grandeza de la ciencia es que incluso así, saltando por encima del dragón como si fuésemos piojillos, efectivamente llegamos a las respuestas verdaderas (válidas, no: verdaderas).
El orfebre se dio gran maña y, después de siete días de trabajo, pudo regalar el rey a su hija un magnífico piojillo que corría con sus seis ligeras patas.