Igualmente necesitamos invertir, con idéntica perentoriedad, en los sectores productivos, en la ciencia, la tecnología y la educación para la vida del trabajo.
Ya no se concibe ningún sentido de la perentoriedad, habiendo márgenes de decisión, opción y acción, que se despegan más o menos definitivamente de las tradiciones.
Otra manifestación de este principio la constituye la perentoriedad de los plazos, pues se establecen plazos perentorios, que vencen automáticamente sin necesidad de que la parte contraria acuse la rebeldía.
Y, si bien imperfecto, este instrumento tiene el valor indicativo de que era lo que cada parte esperaba legítimamente de la otra con pretensión de perentoriedad.
El riesgo no es que debido a su fragilidad y perentoriedad, los sentidos, terminen convirtiéndose en castillos de naipes, en nuevos baches de sinsentido.