El escultor agradecerá la facilidad con que penetra el cincel, pero tendrá que lamentar su naturaleza quebradiza, ya que, al revés del mármol, se desportilla y araña.
Sólo después de una hora, arrancando cadenas y desportillando cerrojos, lograron levantar la tapa y hallaron en el fondo, una isla recién cortada y de engendrada pureza, fragante de silbos.