Es decir, sin ninguna formación, ni experiencia, ni orientación de carácter revolucionario, si no, precisamente lo opuesto: el conservadurismo y la anti-revolución.
Lejos de suponer esto una defensa de inmovilismo o conservadurismo alguno, mienta más bien la estructura más íntima e inevitable presente en todo cambio socio-político.
Cuánto más se empeñan en defenderlo indefendible (aristocracia, burguesía, clasismo, monarquía, dinastías) más demuestran su conservadurismo, tan rancio, como sus estilos de vida.