El cangrejero tuvo que escuchar voces pedregosas, testimonios, confesiones oscuras, confusas, anécdotas, y esquivar peligros, choques, declaraciones, todo.
No solo ha traído de vuelta sus sandalias, hasta ahora reservadas a guiris y sus morenos cangrejeros, sino que las ha convertido en auténticos objetos de deseo.