En la década de 1620 y principios de 1630, usa una paleta de unos doce pigmentos, incluyendo colores intensos, como la costosísima azurita, el bermellón y el verde malaquita.
Algunos minerales mantienen invariablemente el mismo color: la malaquita es siempre verde, la azurita es azul y el rejalgar, que se usa en pirotecnia, es rojo.