Pasaron más tarde a comprar las destartaladas casas que quedaban en la comunidad y las arreglaron poco a poco, poniéndole muros exteriores y avituallándolas.
La salonera atentísima, inmediatamente se aprendió los nombres de los comensales y a cada rato nos daba una vuelta para asegurarse de que estuviéramos bien avituallados.