Asperjadas con agua, las coronas de ciprés pasaron la noche sobre el cerco del limonero; las flores artificiales, colgadas de unos clavos, sobre las paredes del corredor.
En casi diez años se puede estar llegando al millón de hectáreas asperjadas, los daños en distintos órdenes son cuantiosísimos y los resultados efectivos son puestos en duda.